sábado, 17 de mayo de 2014

Día 8

Lunes 7 de Octubre

Hoy me siento muy curiosa. Me he pasado toda la noche pensando cosas y una interrogante gigante ha llegado a mí. ¿Qué le pasó al padre de Chase?  Obviamente es un tema delicado y no puedo preguntárselo a Madame o Chase directamente. Tendré que averiguarlo por mi cuenta.
Luego del desayuno, en el que actué de costumbre para no levantar sospechas, me dirigí al depósito en busca de los ahora bautizados X files de la familia Marshall y ¿qué crees? ¡Desaparecieron!  Revisé el lugar pero no había ni rastro, ¿Quién pudo saber de mis sospechas? ¿Quién se encargó de ocultarlos?
—¿Qué buscas aquí?—preguntó Chase a mis espaldas.
Su presencia me asustó y pegué un brinco.
—Los X files—susurré desanimada.
—¿Los qué?
—Nada, nada importante.
—Andas rara Meg, espero no estés pensando cosas extrañas.
Mi cuerpo se quedó rígido, ¿acaso descubrió mis intenciones?.
—¿Raras como qué?
—Raras, sólo raras.
Abandonó el depósito, esperé que se alejara lo suficiente para salir. ¿Qué rayos imaginaba Chase?
Al salir del depósito me encargué de buscar a Ian para continuar con mi investigación, pero no apareció por ningún lado. Derrotada me dejé caer en el sofá de la sala desde donde escribo estas líneas, esperemos mi investigación progrese en las siguientes horas.
Por la tarde */*/
Madame no almorzó en casa, tenía una junta de negocios o algo así. Chase, para variar, estaba fuera haciendo quién sabe qué. He almorzado con Ian y Dorothy en la cocina, decidí que cuando los dueños de casa no estén podía permitirme las informalidades que madame tanto detesta. Fue interesante y divertido de no ser por que perdí mi tiempo conversando de cosas triviales y para cuando recordé el asunto Chase ya estaba en casa junto a nosotros buscando algo de comer en la despensa.
Di un corto paseo por el patio mientras planeaba una forma de enterarme de todo, hasta que Dorothy se dio cuenta que algo me pasaba, se acercó a preguntar.
—Meg, estás muy pensativa. ¿Sucede algo?—preguntó y  me miró con esos enormes ojos oscuros maternales a los que no les puedes decir que no.
—Hay algo que me estoy preguntando desde hace mucho. ¿Qué le pasó al  padre de Chase?
Dorothy miró hacia otra parte, respiró con pesar como si le doliera recordar. Me hizo un gesto indicándome que me sentara en las silletas al lado de la piscina para continuar, finalmente  habló.
—Creo que ya te enteraste de los problemas de Chase con las tormentas…
—Si— ¡Dorothy, no quiero saber sobre eso!
—Ocurrió hace mucho tiempo, cuando Chase tenía unos ocho años. La familia Marshall salió a comer fuera, por aquel entonces la fama, los negocios y la fortuna de madame estaban en crecida lo cual causó la envidia de otros a su alrededor. Ese día volvían de un restaurante, era una noche lluviosa, llena de truenos y relámpagos. Madame cometió la imprudencia de ir sin guardaespaldas, el enemigo aprovechó para atacar. Los tres fueron encañonados con armas, los obligaron a bajar de la camioneta en la que viajaban y uno de los ladrones tomó a Chase para llevárselo, su padre, Víctor Marshall, lo impidió pero en medio de la pelea recibió un disparo mortal, directo en el corazón. Los ladrones huyeron al ver la gravedad de su atentado. Tal vez su idea solo era secuestrar a Chase y pedir un rescate, pero se les escapó de las manos. El pobre Chase vio morir a su padre desangrado, en la entrada de la mansión. La ayuda llegó demasiado tarde.
No pude creerlo, en realidad es demasiado, un niño tan pequeño… ¡cómo pudieron matar a su padre frente a él!
—Desde aquel entonces Chase no volvió a ser el mismo, tiene terror a las tormentas, jamás superó el trauma de esa noche.
—Ya lo creo, era por eso.
—Creció siempre metiéndose en problemas, tal vez trata de alguan forma de llenar el vacío que dejó su padre.
Me quedé helada al recibir la información de golpe, agradecí a Dorothy por la charla y me retiré a mi habitación para asimilar todo.
Desde un inicio pensé que Chase era un niño mimado, pero jamás imaginé todo lo que pasaba por su mente, ni siquiera en mis más locos sueños hubiera pensado que Chase sufría. Lo miraba como alguien que podía comprar todo con dinero y manejar el mundo a su antojo, me equivoqué y me siento terrible por pensar siempre lo peor de la gente.
Quiero llorar, quiero disculparme con él por tratar de alejarlo siempre, a lo mejor  sólo quería alguien con quien hablar, y yo siempre le traté a la defensiva.
No puedo seguir escribiendo, mis lágrimas remojan la libreta. Discúlpame.

*/*/*/*/*/Me dejé llevar
Chase llegó a casa después de la cena, ingresó a mi habitación en la cual había estado llorando durante los últimos minutos. Me miró con sus ojos esmeralda y por primera vez pude ver dentro de ellos, ahora si noté su dolor, el vacío en ellos.
No logré controlarme, me lancé sobre él envolviendo su torso en un abrazo de oso. Ya te imaginas, Chase no se lo esperaba, primero estuvo sorprendido y luego respondió a mi abrazo mientras acariciaba mi cabeza suavemente.
—¿Por qué tanta emoción de pronto, Meg?— preguntó entre risas.
Enterré mi rostro en su pecho, no respondí nada y lo apreté con más fuerza imaginando que la presión de mis brazos podría reconfortarlo un poco.
No sé por qué pero quiero ayudarlo, quiero quitarle ese pesar de encima, quiero que sus ojos brillen, quiero verlo sonreír de verdad.
Básicamente, eso lo cambia todo de aquí en adelante.  


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