sábado, 21 de junio de 2014

Día 11

Jueves 10  de octubre:

Avergonzada. Así es como me siento ahora cada vez que Chase está cerca. Siento un terrible malestar en todo el cuerpo y me veo obligada a voltear hacia otra parte huyendo de su mirada. Tengo miedo que pueda verlo, que mis ojos puedan delatar los miles de mal entendidos que han empezado a surgir en mi cabeza.
A ver, primero: no estoy enamorada de Chase, claro que no. Si a así lo fuera sería ridículo, estúpido y muy descuidado de mi parte. No puede ser eso, definitivamente no.
Segundo, la falta de costumbre de comer tanto cereal puede ser la causa de la revolución en mi estómago que casualmente sucede cuando Chase está cerca. (MUY RARO)
Tercero, a lo mejor mi cuerpo ha desarrollado una alergia mortal contra su idiotez. Sí, eso es lo más factible.
—Meg. Se te va a enfriar el desayuno—Me interrumpió el susodicho mientras lamía una cucharilla llena de azúcar como si fuera una paleta.
Me ruboricé totalmente y desvié la mirada.  Sentí un poco de confusión proviniendo de él. Pero era mejor eso, que mantenga su distancia mientras mi cabeza ordenaba las cosas.
Terminamos el desayuno y cada uno se alejó por un camino distinto, parecía que ahora él también quería evitarme.
Dejé a Mr Toffe al cuidado de Ian ya que antes de abandonar la mansión, madame me pidió una vez más que acompañara a Chase al club deportivo.
El camino fue bastante tenso ya que ninguno de los dos rompió el silencio. Esperaba quedarme fuera del club otra vez pero él sobornó al guardia de la entrada para que me dejara pasar. Muy mala mi suerte. (PD: necesito un trébol de cuatro hojas) Entramos, no había traído ninguno de mis implementos así que hoy tendría que ser sólo espectadora de las torpezas y la falta de coordinación de Chase.
—Meg, ¿Por qué no probamos algo distinto hoy?
No esperó mi respuesta, tomó mi mano conduciéndome al lugar donde estaban las piscinas del club. Traté de respirar hondo pero la sola idea me ruborizaba: Yo, en bikini, frente a Chase, alberca… NO, NO, NO, IMPOSIBLE.
Rápidamente él se deslizó por los vestidores y salió listo para sumergirse en el agua. Traía uno de esos shorts de baño anchos, oscuro y todo el torso libre dejando a la luz sus tatuajes y las ligeras sexys marcas de su abdomen. (Olvida que utilicé esa palabra junto a su nombre)
Me dedicó una sonrisa coqueta y se lanzó al agua. Ok, al menos para eso sí tiene un poco de gracia. Después de dar un par de vueltas mientras yo le veía como idiota se acercó por el lado de la piscina más cercano al mío.
—¿Segura que no quieres entrar?
Asentí con la cabeza sin poder decir ni una sola palabra al verlo tan radiante, mojado, en shorts… ¡YAAAA! ¡BASTA DE TONTERÍAS! Sé que estas líneas te parecen cursis, así que por tu bien evitaré hacerlo a seguido pero no sé qué me pasa, en serio, ya no puedo ver a Chase sólo como el simple idiota que es.
—Meg, ¿por favor puedes acercarte? Necesito decirte algo.
Me acerqué hasta la orilla de la piscina de cuclillas esperando aquello que tenía que decirme, pero el tarado me tomó del brazo y me jaló con toda su fuerza. Ya te imaginas, caí en el agua bruscamente, la cara me ardió por el impacto y me costó bastante salir a flote. Chase no paraba de reír, al comienzo estaba molesta, pero unos segundos después me contagié y eché a reír también mientras le salpicaba agua al rostro intentando callarlo.
La diversión duró poco, el encargado de vigilar la piscina se molestó y nos echó a ambos. Una vez en los vestidores Chase tenía ropa seca que ponerse, pero yo tiritaba como cachorro recién bañado y mi ropa estaba demasiado ceñida a mi cuerpo para mi gusto.
—Bueno, sólo tenemos una opción. Quítate la ropa, me encargaré de secarla—dijo.
—¡Claro que no! Me iré mojada.
—Lo siento, no subirás así a mi auto.
Maldije en mi mente.
—¡Apúrate! Dame tu camiseta
—No, no quiero que me veas así…
Chase pensó un momento hasta que se le ocurrió algo.
—Entra a una de las duchas, me pasas la ropa por encima de la cortina.
—¿Prometes no espiar?
La sonrisa en su rostro me decía que no podía confiar del todo.
—Claro que no lo haré.
Bien, aquí vamos. No me quedaba de otra. Lo hice, le pasé mi camiseta y mis jeans, a lo lejos podía oír el sonido de la máquina para secar las manos, Chase la estaba utilizando para secar mi ropa. Al paso de varios de minutos en los que no dejé de tiritar el volvió con la ropa.
—Eh, Meg, aquí falta algo.
—¿Qué?
—La ropa interior.
¡Oh por dios!.
—¡No voy a darte mi ropa interior!
—No seas infantil, apúrate.
—No. Pásame una toalla, saldré yo misma a encargarme de eso.
—Como quieras.
Me lanzó una toalla blanca que cayó en mi cabeza, la envolví alrededor de mi cuerpo y afortunadamente cubría lo necesario.
—Voy a salir, voltéate.
Abrí la cortinilla de la ducha, pero Chase no se había volteado, estaba ahí mirándome con la misma expresión de anoche, esos ojos de borrego.
—¡Deja de mirarme! —
Me abrí paso y llegué hasta la máquina de secado, traté en todo momento de ocultar mis pertenencias intimas de la vista de Chase, pero no lo logré.
—¡¿Qué es eso?! —Preguntó asombrado.
—Nada— Traté de ocultarlo pero por miedo a dejar caer la toalla que cubría mi cuerpo no me moví demasiado dejando mi ropa interior a su vista y alcance. Tomó la trusa entre sus manos y la extendió en el aire confundido mientras la observaba en su inmensidad. Ok, no es precisamente la trusa que hubiera deseado que vea. Me sonrojé al millón por ciento.
—¿Qué es esto Meg? ¡Se parece a los calzones de mi abuela! ¡Es inmenso! —Chilló mientras lo bamboleaba en el aire.
Atacada de la ira y la vergüenza  se lo quité de las manos, volví a la ducha y me vestí a toda velocidad.
Chase no paraba de reír, hasta me pareció que se le escapó una lágrima de tanto reír. El camino de regreso a casa fue una tortura nuevamente. El no dejaba de verme y podía apostar que en su cabeza no había más espacio que para la escena de: Meg vistiendo el enorme calzoncito de la abuela.
—Ya Meg, no es para tanto. Ahora conozco tu secreto.
—Mejor cállate.
—No es nada malo, sólo es diferente. Pensé que la mayoría de chicas los preferían pequeñitos.
Me revolví en el asiento ante la situación. ¿Qué rayos hacemos Chase y yo hablando sobre ropa interior?
—Es que esos son incómodos— Confesé.
Apretó los labios reprimiendo otra carcajada.
Luego de unos segundos de pensarlo pregunté algo que sabía sería doloroso.
—¿Todas las chicas con las que estuviste los preferían así?
Chase dejó de sonreír y plantó la mirada en el horizonte.
Su silencio me lo dijo todo, bueno no dijo nada pero mi mente creó mil respuestas. “Oh si, Meg, todas eran rubias preciosas y usaban  braguitas diminutas” 
Conciencia, cállate.

/*/*/* Por la tarde */*/*
Decidí pasar el rato con Mr. Toffe para despejar mi mente de los pensamientos sobre calzones y chicas rubias, pero no sirvió de mucho. Noté que mi sentimiento de vergüenza había sido reemplazado por  ¿pena?  ¿Por qué de pronto al imaginarme a Chase con otras chicas el corazón me punza y el cuerpo me tiembla? No es un asunto de mi incumbencia pero ¿Por qué me importa tanto?.
Mr Toffe me distrajo lamiendo mis manos y agradecí por tenerlo en casa al menos él podía alejarme de los “malos pensamientos”.

 /*/*/*/*Por la noche*/*/* 

Madame no volvió para la cena, llamó y dijo que estaba muy ocupada y llegaría tarde que cenáramos sin ella y así lo hicimos. Por más que traté de ignorar todo lo ocurrido hoy no pude, y mi cara de pocos amigos me delató con Chase, lo peor de todo es que creo que él se dio cuenta que esto ya no tenía que ver con el tema de mi ropa interior. Cenamos en absoluto silencio sin vernos a los ojos en ningún momento. Fui la primera en retirarme de la mesa e irme a pasar el rato al depósito con Mr. Toffee.
El pequeño me recibió con mucho amor y yo le di sus croquetas favoritas directo al hocico, me sentía dichosa de al menos tener un pequeño amigo en esta mansión. Chase se unió a nosotros pero no dijo nada, se quedó de pie con los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada perdida en el piso.
—Meg, creo que hay un mal entendido…
No por favor, repetía mi cabeza, no quiero detalles sobre ese tema.
Súbitamente su celular empezó a sonar, me hizo un gesto de disculpa y se alejó del lugar para contestar.
No quería detalles, no quería saber cuántas fueron, no como eran, como dije el solo hecho de pensarlo me dolía, me hacía daño, quería salir corriendo de la habitación.
Él volvió y me miró directo a los ojos, tenía otra vez esa mirada, ¡no por favor! ¡los ojos de borrego no!

—Tengo malas noticias Meg, el dueño de Mr. Toffee apareció. Lo quiere de vuelta. 




2 comentarios:

  1. Hola, el blog de http://retazosdesueno.blogspot.com.es/ me ha dicho que quiere ser tu madrina asi que si la aceptas espero que me lo digas en mi blog porfi ^^

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